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martes, 20 de noviembre de 2007

Aquellas vacaciones...


Las únicas ganas de hacer algo que tenía ese verano era de esconderme bajo mis sabanas y desaparecer, todo esto porque mi cuerpo explotó de pronto, con un desarrollo algo tardío, de ser una flaca chica y plana, sin gracia, acostumbrada a ser invisible pasé a unos pechos gigantescos para mi, un trasero gordo que ocultaba con poleras largas y holgadas, y para peor, alta como un edificio.
A mis padres la idea de viajar al sur los alentaba cada mañana desde que comenzó a hacer calor, por mi parte a mis 18 años odiaba la idea de ir nue-va-men-te a la casa de nuestros tíos en Linares, para ir al río, al bosque y ver la trilla, eso me tenía cansada.
Al llegar a destino lo mismo de siempre, aburrido y mas caluroso que nunca.
Lo primero, saludar a todos, obviamente mis padres se olvidaron que yo existía y mis hermanas chicas salieron corriendo en busca de quizás qué, dejándome entre maletas y bolsos los que tuve que bajar sin ayuda, puteaba mi vida, puteaba mi destino, puteaba a todo el que se me acercaba, no aguantaba el calor, tenia mi cuerpo empapado con mi propio sudor y las sandalias totalmente mojadas, hasta que zaz!!, me doblé el pie y caí de rodillas al lado del auto, el escándalo que había dentro de la casa no dejó escuchar mis lamentos, de pronto, escuché una risita burlona dirigida a mi, busqué entre la luz del sol que me enceguecía al gracioso que osaba burlarse de mi desgracia, busqué en todos lados y nada, la duda y la curiosidad hicieron que me olvidara del dolor y la rabia, pero no encontré al culpable.
En la tarde todo fue tranquilo, pero terriblemente caluroso, después de saludar a todos, fuimos a la casa de la tía Venera, el parron gigante del patio de su casa dejaba ver apenas el sol abrasador, y sus rallos caían tenues en el suelo húmedo, corría un viento frío que acariciaba mis brazos cálidamente, mi pelo se pegaba a mi cara debido al sudor de mi frente, mojados mi cuello y pecho brillaban evidenciando el calor de la tarde, mi atuendo era un vestido escotado, ajustado arriba y holgado hasta las pantorrillas y sandalias bajas, me senté frente a la cocina, nos sirvieron sandía, pero el calor era tan intenso que no tomé en cuenta la cuchara y el plato, así que la tomé entre mis manos y comencé a comerla, estaba helada, jugosa, fresca, el jugo caía a la tierra húmeda, mordía el fruto con unas ganas increíbles y la sed se extinguía conforme iba comiéndola, de pronto, en la cocina, mientras escupía unas pepas, divisé la sombra de un hombre, era alto y me miraba desde la oscuridad, no había duda, me miraba, estaba inmóvil con un pie apoyado en un banco, parado como una estatua, solo estaba ahí, mirándome, yo alcanzaba a ver su sombra, sombrero, una camisa, pantalones doblados y las chalas.
Traté de mirar sin que se notara mucho quien era esa persona, quería saber como era su cara, pero nada, no había caso, mi pelo largo, con el viento tapaba mis ojos y me impedía verlo.
Mi madre halagaba el sabor de la fruta, a lo que mi tía sin quererlo me presenta a este ser inquietante:
.-Si, la sandía la eligió el Pedro, este cabro tiene muy buen ojo, Pedro, ven pa’ que te conozcan!!.-
y a penas dijo su nombre, desde las sombras apareció él, alto, con su cuerpo fibroso, grande y moreno por el sol del sur; sus ojos eran como dos grandes almendras, oscuros como la noche, apenas me miraron, su pelo negro como el carbón dejaba caer en su frente un mechón que tapaba una de sus gruesas cejas, logré ver que los pantalones al moldear su cuerpo dejaba ver lo generoso de su hombría, sus manos eran imponentes y fuertes y sus brazos de haberlos querido tomar con una mano me habría sido imposible, eran gigantes, duros, era un hombre en todo el sentido de la palabra, pero la valentía que tenía en su refugio la perdió al mostrarse a mi, también pude ver como lentamente el rojo de la vergüenza invadía poco a poco su rostro y las ganas de salir corriendo al ver que todos lo miraban.
- pobrecito- pensé, pero también sentí algo que no había sentido nunca.
Luego de ese instante dijo algo que no entendí y salió con paso firme y rápido hacia no se donde, desapareció de mi vista, pero solo ese momento bastó para encontrarle sentido a mi estadía en, hasta ese momento, ese aburrido lugar.
Me enteré que era el hijo del capataz de las tierras de mi tía, había estado viviendo en el pueblo mientas estudiaba, me dijeron que cuando éramos chicos jugábamos, pero de eso sinceramente no me acordaba, por lo visto era el sucesor del puesto, a sus 21 años manejaba las cosas al revés y al derecho, la tía estaba muy contenta con lo bueno, tranquilo y responsable que había salido, también me enteré que no le conocían polola o alguna mujer, al contrario, muchas de las niñas de los alrededores estaban tras el, pero el no las tomaba en cuenta.
Al día siguiente en la mañana, me pidieron ir al huerto a buscar cebollas, fui solo con la intención de encontrarme con él, pero nada, por mas que me demoré en sacarlas no apareció, decepcionada caminé lentamente con mi derrota a cuestas, de pronto al cruzar el riachuelo que separa el huerto, de la casa se dobló mi pierna nuevamente, la misma que le había dado la bienvenida a la tierra al llegar y las cebollas saltaron lejos, yo caí sentada al medio de este mar, empapada completamente, de pronto entre mi rabia y grito escuché nuevamente esa risa que a esas alturas ya encontraba insoportable, levanté la vista inmediatamente y entre los matorrales apareció Pedro, que casi no podía caminar de tanto reírse, quedé inmovilizada de pura vergüenza, qué hacer, correr imposible, llorar sería de niñas, lo único que pedía era que la tierra se abriera y me tragara...
-hola- me dijo con una voz ronquita y una sonrisa blanca que me deshizo
-hola- le dije, tratando de disimular mi espanto y vergüenza.
-usted parece que no está acostumbrada a caminar en la tierra-
-porqué lo dices?- pregunté algo confundida.
-porque ayer también se cayó, al lado del auto, se acuerda?-
-Ah!, eras tu - le dije algo molesta y de pronto me di cuenta que estaba aun sentada en medio del agua, traté de levantarme.
-disculpe si se molestó, pero no fue mi intención enojarla-, mientras decía esas palabras se metió al agua, tomó mi mano y me levantó lentamente hasta acercarme a su cuerpo, nos quedamos mirando por algunos instantes, muy cerca, demasiado cerca, el agua pasaba por nuestros pies, la sentí tibia, el viento enredaba mi pelo y este acariciaba su cara, su mano a pesar de yo estar de pie, no soltaba la mía, no quería que la soltara, me perdí en sus ojos negros desafiantes, esos segundos hicieron acelerar mi respiración, la de ambos, luego, sin quererlo perdí el equilibrio y tratando de acomodar mis piernas di un paso, el que me acercó mas aun, nuestras caderas se toparon frente a frente, descaradamente, al notar que yo tambaleaba con su otro brazo rodeó mi cintura, me acercó mas a él, firme y decidido, la fricción que provocó mi movimiento en nuestros cuerpos me permitió sentir su virilidad, sentí como crecía, el me apretaba mas y mas, yo lo ayudaba, nuestros corazones estaban a punto de reventar, creí que me quemaba viva, mi cuerpo susurraba al viento-quédate- las cosquillas de mi estomago comenzaron a bajar, estaba ardiendo, creí evaporar el agua de mi ropa, era algo fuera de este mundo, su olor me atrapó completamente, casi jadeando del placer que me producía ese contacto traté de decir algo, imposible, unas ganas casi incontrolables se apoderaron de mi y con mis manos tomé sus brazos enormes tratando de sentirlo mas aun, de pronto algo me hizo dar un salto y separarme de el, fue evidente, estaba aterrada por lo que ocurría, ya no lo estaba controlando, corrí hacia la casa y llegué empapada a la cocina.
- mija, porqué estas estilando y las cebollas?- preguntó mi tía
Las cebollas!!, pensé, luego de un momento y tratando de hilar las palabras dije -se me cayeron- a penas terminé de decir eso apareció Pedro en la puerta con mi encargo, el que había dejado olvidado junto con mis ganas.
-en qué estas pensando chiquilla?- dijo mi tía soltando una carcajada que apenas dejó escuchar mis pensamientos.
-la niña se cayó en la acequia y se le quedaron las cebollas- dijo Pedro mientras se sacaba el sombrero.
-gracias- dije apenas con un susurro y salí corriendo dándole un empujón sin querer a mi héroe.
Llegué corriendo a la pieza en que dormía, estaba oscura, apenas con la luz del día podía ver algo, me saqué la ropa mojada y quedé mirando mi cuerpo desnudo en el espejo viejo que estaba apoyado en la pared de adobe, entre el color café del vidrio producto del abandono, y las sombras de la habitación, veía mi cuerpo de una forma distinta, terso, espigado, delgado, con mis contornos delicadamente redondos, suaves, el calor de la habitación hacían que mis pechos se vieran mas grandes aun, apareció en mi mente Pedro, lo recordé tocando mi cintura, mi cara, sus caderas, pero justo en ese momento una de mis hermanas tocó a la puerta y desperté de mi sueño, de ese deseo que por primera vez experimentaba...
Pasaron algunos días y de él no supe mas, pensé que no le interesaba en lo mas mínimo y lo que había sentido aquél día solo yo lo había experimentado, trataba de hacer cosas para sacarlo de mi cabeza.
Una tarde, caminando sola por el Bosque Liso, así le llamábamos porque los árboles tenían troncos larguísimos y el suelo siempre estaba limpio y sin piedras ya que era el patio de recreo de una escuela básica, llegué al río que quedaba a sus pies, hace tiempo no lo visitaba, era mas pequeño de lo que recordaba, solitario como siempre en esas fechas, y lo suficientemente profundo como para nadar, el agua seguía tan cristalina como la recordaba, era hermosa, limpia y helada, pero el calor de ese verano no dejaba pensar en el frío y sin pensarlo dos veces me arranqué el vestido y comencé a nadar en sus aguas, estaba espectacular, sola en ese paraíso me desconecté totalmente de mi entorno, el agua, el viento y el fuego son los elementos mas sensuales que encuentro de este mundo y estaba en uno de ellos, jugando como niña, luego de un rato, salí y me tendí en el suelo, buscando que el sol amarillo entibiara mi cuerpo, estuve así unos minutos, con los ojos cerrados, disfrutando de la luz que daba en mi cara, de pronto una sombra se interpuso entre el cielo y yo, asustada trate de mirar quien era, pero la luz impedía descifrar la cara del que me estaba mirando, luego de algunos segundos y usando mi mano para tapar la luz pude verlo, era Pedro que sin hablar me lo decía todo, no se cuanto tiempo me había estado mirando pero sin ningún disimulo recorría con sus ojos grandes mi cuerpo casi desnudo, me incorporé rápidamente, tomando mi vestido avergonzada del espectáculo que estaba dando traté de vestirme, no sabía qué hacer y él tratando de decir algo salió arrancando dejándome con las palabras en la garganta y sin entender absolutamente nada.
Luego de eso me vestí confundida, pero con una alegría en el fondo de mi alma que no podía entender, me había mirado, había acariciado con sus ojos mi piel.
Llegué a la casa y me encontré con la sorpresa que Pedro era nuestro guía para ir a recoger moras, nos miramos y ambos esbozamos una sonrisa cómplice, que me hizo sentir nuevamente mariposas en el estomago, esa sensación me encantaba y el me enloquecía.
Fuimos al camino que queda al lado de la casa, era un camino largo, lleno de zarzamoras, los árboles hacían del camino un túnel de luces y sombras, el viento que siempre corría fuerte hacía bailar las hojas en las ramas delgadas de los álamos, un espectáculo de ensueño.
Se acercó a mi y comenzamos a hablar de una forma tan natural y tan esperada que olvidamos que estábamos rodeados de mi familia, de todas formas nadie notó lo nuestro, cada uno estaba en su mundo, luego de unas horas, quedamos de juntarnos en la noche, a las 9, le dije a mis padres que iría a dar una vuelta, ningún problema.
Caminamos, la luna estaba redonda , gigante y amarilla, parecía que podíamos tocarla, entre risas nerviosas y empujones tomó mi mano, afortunadamente la luz natural no dejo ver mi cara sonrojar, estaba ansiosa, el también, al cabo de una hora llegamos a un pajar al aire libre, una especie de cerro amarillo, los colores estaban en todo su esplendor, jugamos, reímos, tratamos de subir el montículo, al intentarlo resbalé y el me alcanzó con sus brazos firmes, quedé de espaldas a el, pero lentamente comenzó a girarme, yo sabia que algo pasaría, sentí que me desmayaba, el, sin soltarme siguió aferrándose a mi cintura, la respiración de ambos se agitaba cada vez mas, luego, frente a frente nos quedamos mirando, se acercó poco a poco, yo, cerré mis ojos húmedos, las ganas de que me besara me estaban matando, luego de acercar y alejar sus labios a los míos por fin sentí su lengua acariciar la mía, una y otra vez, tibia, caliente, apenas podía respirar, estaba fascinada con lo que me estaba pasando, quería mas y mas, comenzó a acariciar mi espalda tiernamente, corrió mi pelo para besarme el cuello, -Dios- pensé, bajé mis manos tímidamente por su espalda, hasta llegar a sus caderas, agarré el borde se sus pantalones y lo acerqué a mi, el entendió mi invitación, me apoyó en el cerro de paja, y lentamente caímos en un blando colchón amarillo, sin dejar de besarnos y sin emitir una sola palabra comenzó a acariciar mis pechos, que a esas alturas pedían a gritos ser parte de esta fiesta, me bajó el corpiño para sentir mi piel, yo miraba sus ojos negros, tan llenos de deseos como los míos, de pronto me encontré de espaldas al suelo, el sobre mi, sus besos eran caricias a mi alma,-sigue, sigue- gemía mientras lo ayudaba a subir mi vestido, la virilidad de este espectacular hombre estaba en todo su esplendor, grande, duro, tenía miedo del dolor que me produciría el contacto pero lo deseaba tanto que seguía esperando el momento, de pronto se levantó y se despojó de su camisa, su cuerpo moreno y marcado al erguirse me dio un respiro, por un instante se quedó mirando mi cara, y dijo- eres tan linda-, no podía creerlo, se abalanzó hacia mi besándome y acariciándome con mas insistencia, el vaivén de nuestros cuerpos comenzó de forma natural, sus labios exquisitos bajaron a mis pechos, el festín de placer que nos estábamos entregando no tenía precedentes en mi vida, poco a poco comencé a separar mis piernas dejando que el se acomodara a mi, fue una muy buena decisión, sentí sus ganas justo donde yo también las tenia, su lengua, la misma que jugaba en mi boca, ahora dibujaba mi cuerpo con la tranquilidad y desesperación de un sediento frente a un vaso de agua fría y fresca, bajó su mano a mi entrepierna tocándome de una manera mágica, estaba húmeda y caliente, traté de moverme un poco pero su peso me lo impidió, me miró casi suplicando mientras sacaba de su pantalón lo que yo estaba esperando, trate de explicarle mi miedo, me besó tiernamente y dijo- yo sé, tendré cuidado-, leyó en mis ojos el temor, y cuidadosamente me envistió, una y otra vez hasta sentirlo dentro de mi, el poco dolor que sentí en algún momento lo olvidé con el placer que estaba experimentando, mis manos se agarraban de su espalda, sus besos dulces recorrieron completamente mi cara, mi cuello, mis pechos, después de un largo rato, ambos nos aceleramos, mas y mas, era como saber lo que el otro quería, fuerte, caliente, húmedo, de pronto juntos dimos un grito, la sacudida de nuestros cuerpos entumecidos y calientes a la vez nos unió aun mas, el temblor fue al mismo tiempo fantástico, intenso.
Me sentía extraña pero feliz, sus manos no dejaban de acariciar cada rincón de mi anatomía, tierna pero enérgicamente, húmedo, ansioso, con risas entrecortadas y gritos ahogados, por un momento pensé no estar participando de esta fiesta y sentí que me elevaba y miraba este espectáculo de ganas y gemidos desde otro ángulo, el placer que estaba experimentando era de una potencia extrema, el calor que salía de nuestros cuerpos podía fácilmente quemar el lugar, no quería que terminara, no recuerdo cuánto tiempo estuvimos descubriéndonos, amándonos, acariciándonos, solo se que no me importaba, a el tampoco, el festín de placer entre risas cortadas y gemidos me tenía cautiva, no quería dejarlo o que me dejara, sentía que podíamos estar así, en esta fusión ,la vida entera, de pronto, entre los cerros una luz se asomaba, roja, tibia, era la realidad, estaba
amaneciendo...
Lucrecia.

4 comentarios:

krmen dijo...

super buena la historia,me encanta como escribes y te expresas ,viste ,ahi tienes un super don el cual no todos tienen,yap,yo soy tu lado opuesto no me gusta ecribir ,jijij,pero solo una cosa te digo,me enorgullese de q escribas asi,te qro ene ,besos.

c-austral dijo...

HE BUENO ME QUEDE SIN PALABRAS...

Anónimo dijo...

No puedo escribir un comentario tradcional, pero si puedo usar una critica literaria, esa que nos permite crecer. Tu cuento breve, matizado con el erotismo de una mujer, que al igual que Soler, una escritora Boliviana del erotismo femenino, manifiestas tus fuegos interiores, de alguna forma lo scas de ti, para que asi no destruya algo tu interior. Llega incluso a ser un modo de sacar la liberalidad femenina, que siempre se arraiga al feminismo conservador, mas en el cuento la liberas, y la vives plenamente en cada parrafo. es en si una experiencia inolvidable de la vida. Ese es el dulce vicio de escribir.

Anónimo dijo...

Anteo "El Niño".

Nuevamente el deseo, convertido en su maxima expresiondentro una mujer, demuestra una vez mas que ellas tambien son parte del mundo dela mor combinado con la seduccion. de que el hombre no es el unico que seduce y escribe literatura erotica. sino que la mujer es parte actora de este cambio. Ellas estan a punto de moldear nuevos ideales.